¿Ascenso global de la ultraderecha?
- Ximena Guarneros Mendoza
- 18 abr
- 2 Min. de lectura

El ascenso global de la ultraderecha no es un fenómeno aislado ni espontáneo; es el síntoma de un sistema que se desmorona, incapaz de ofrecer respuestas reales a las crisis económicas, ecológicas y sociales que nos atraviesan. Desde Estados Unidos hasta América Latina, pasando por Europa, la narrativa autoritaria gana terreno al capitalizar el miedo, la precariedad y la desconfianza en las instituciones.
En América Latina, figuras como Daniel Noboa en Ecuador y Javier Milei en Argentina emergen como líderes de una nueva derecha que se presenta como antisistema, pero que en realidad perpetúa las estructuras de poder existentes. Estos líderes canalizan el descontento social hacia políticas autoritarias y neoliberales, ofreciendo soluciones simplistas a problemas complejos.
En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump al poder ha consolidado un bloque ultraconservador que ataca las libertades civiles y promueve una agenda nacionalista excluyente. Este fenómeno no solo amenaza la democracia estadounidense, sino que también inspira movimientos similares en otras partes del mundo.
Este resurgimiento de la ultraderecha se alimenta de la frustración y el desencanto de amplios sectores de la población, especialmente de los jóvenes que enfrentan un futuro incierto. La falta de oportunidades, la precariedad laboral y la sensación de abandono por parte de las élites políticas han creado un caldo de cultivo para discursos radicales que prometen restaurar un orden perdido.
En lo personal, observo con preocupación cómo estas corrientes autoritarias se presentan como alternativas al sistema, cuando en realidad refuerzan las jerarquías y las desigualdades que dicen combatir. Frente a esta amenaza, es urgente construir movimientos sociales que promuevan la autogestión, la solidaridad y la justicia social, desmantelando las estructuras opresivas que perpetúan la explotación y la dominación.
La lucha contra la ultraderecha no se gana solo en las urnas, sino en las calles, en las comunidades y en los espacios donde se construyen alternativas reales al sistema capitalista y autoritario que nos oprime. Es hora de imaginar y construir un mundo donde la libertad, la equidad y la cooperación sean los pilares de nuestra convivencia.
Pero bueno, esa es mi opinión ¿cuál es la tuya? Te leo.
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